pass it on

if customizing is not a crime,

you are doing it wrong.

Max poco después de mover él solo todo su taller. Esa sala tenía varias toneladas en equipamiento, y era la sala pequeña...

Conocí a Max cuando me mudé a Alemania con 18 años y buscaba un taller de motos en el que pudiera aprender mecánica de motos a deshoras. Tras enterarme de la existencia de su taller custom situado a media hora andando, poco tardé en llamar a su puerta y preguntarle si podía unirme por las tardes y ayudar a cambio de aprender sobre la construcción de motocicletas. No lo dudó ni un segundo y enseguida me enseñó el taller, en el que llevaba 15 años. En aquel momento yo no tenía ni idea del oficio -todo lo que hago ahora ha sido gracias a sus enseñanzas-, así que poco tenía que ofrecer. Aun así, me acogió.

El tiempo siguiente fue un torbellino en el que cometí todos los errores posibles para aprender cada pequeña cosa, volviéndolo loco casi a diario. Es posible que algunos de nosotros hayamos desarrollado un sentimiento al crecer en entornos familiares muy ajetreados, en los que, tras repetitivas críticas unilaterales y cierta ignorancia de la atención y las enseñanzas básicas, lo único que acabas deseando es no ser una carga para nadie y, al mismo tiempo, poder seguir tu camino. Echando la vista atrás, me doy cuenta de que era un pequeño extraño que esperaba utilizar las herramientas del taller para averiguar cómo construir estas cosas mientras tenía demasiado miedo de preguntar cada vez que no sabía cómo hacerlo. Esto sólo condujo a un enfoque prolongado de ensayo y error en lugar de preguntar al experto bajo el mismo techo. Algo así como aferrarme a mi ignorancia cuando hay literalmente un mago absoluto del metal de pie a tres metros, listo para responder a cada pregunta.

Hora de irse.

Lo que aprendí sobre la construcción de motocicletas es algo que le agradeceré siempre, una deuda que soy incapaz de pagar, pero lo que me enseñó sobre la vida/el carácter tiene un valor inconmensurable para mí. Todos crecemos con algunos defectos, y algunos pueden dejarnos lisiados cuando la mierda golpea el ventilador y eres incapaz de lidiar con lo que hay en el plato. Durante mi estancia allí pasé por una etapa incómoda de mi vida, recién salido de casa, rodeado de profundos sentimientos de soledad y vacío que explotaron cuando mi relación y algunas amistades se vinieron abajo. Una pesada sensación de miseria me trepaba por la espalda y no conseguía arrancármela sin desgarrarme la piel al mismo tiempo. Este hombre me mostró con el ejemplo lo que significa levantarse, enfrentarse a lo que hay que enfrentarse y no dormir la vida esperando que caiga del cielo alguna solución para todos tus problemas. No renunciar, porque una vez que lo haces, se convierte en una opción. Para ser sincero y no tener que aguantar gilipolleces, ni propias ni ajenas. 

No sé si habría tomado las decisiones que tomé después sin su influencia, decisiones mejores que me han ayudado a llegar más lejos y a fijar mi mirada en lo que vendrá. Lo que sí sé es que, sin su ejemplo, no habría desarrollado la dureza de piel que necesitaba, ni la mentalidad para aguantar el trabajo en los momentos difíciles y apreciarlo. Max se convirtió en una especie de referencia estoica para mí, un ejemplo de hacer lo correcto porque siempre es la mejor opción. De hacer las cosas bien porque sí, por principio. Ya sea arreglárselas cuando uno está sumergido en dificultades o cuando toca hacer un burnout brutal en el taller..

No ha pasado tanto tiempo, pero no me he cruzado con mucha gente -por no decir ninguna- que exhalara tal cantidad de determinación. Le he visto cansado, pero incluso entonces se habría reído de Sísifo y habría hecho malabarismos con su roca para subir y bajar cualquier colina que los dioses le pusieran por delante. O así me lo imagino yo, a veces eso es más que suficiente para animarse y volver a la rutina.

Desde que me fui me ha hablado de su hijo que ha empezado a interesarse por el oficio, con ese tono inconfundible que tiene todo padre orgulloso. Me imagino la cantidad de cosas que conseguirá enseñarle, y no me cabe la menor duda de que, si sigue el camino de su padre, surgirá un artesano incomparable en él. Sólo el tiempo lo dirá. Pero yo no tengo la menor duda. Nunca deberías tenerlas con los Krpanic.


Padre e hijo.

“todo cambia, nada permanece inalterado”

— Max D. Krpanic

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La historia de la Ironhead